lunes, 20 de junio de 2011

Capitulo XIX, Muerte inesperada


 Gloria miraba el cielo oscuro desde el puente oeste del Palacio, estaba allí sentada sin decir ni una sola palabra, el puente estaba roto y lo que parecía ser una salida no lo era, llegar al otro lado era imposible, miró su pequeño reloj de pulsera y frunció el entrecejo, sonrió, se quitó el reloj y lo lanzó a un lado.

Roberto estaba de pie detrás de ella y continuaba con su linterna encendida, lamentándose una y otra vez por el puente roto, no miraba abajo, confesó tener pánico a las alturas, tenían que seguir buscando una salida, pero tenían miedo que ocurriera algo como lo que habían experimentado, una voz que les llamaba, una voz que gritaba frenéticamente y posteriormente el silencio.

-                          No se que era, pero… quizás aquella voz estaba siendo filtrada hasta la celda – dijo Roberto intentando animarla.
-                          Roberto, estoy segura que había alguien allí.

Roberto no dijo nada más, echó una mirada a la fachada oeste y se dio cuenta que no veía ninguna esquina, era un edificio enorme, perderse dentro era tarea fácil y entonces se dio cuenta que no era tan extraño que sus compañeros se perdieran allí.

-                          Quiero salir de este lugar ¡ya! – gritó Gloria mientras se levantaba
-                          ¡Ya basta! – dijo Roberto nervioso, se giró y miró a Gloria enfadado – Estamos pedidos ¿lo entiendes?.
-                          Si la voz provenía de otro lugar no lo sé, pero a ese chico le pasó algo ¿vale?, si nos quedamos aquí…
-                          ¡Vale, vale!, escucha…solo tenemos que seguir los pasillos hasta dar la vuelta al edificio, nada de abrir puertas ni seguir ruidos extraños a menos que sea necesario, así no nos desviamos del camino –dijo Roberto

Tras unos segundos de reflección Gloría accedió, no podían separarse, tenían que continuar por los pasillos hasta hallar otra salida, unos pocos pasos les bastaron para alejarse del frío y adentrarse de nuevo en el oscuro y siniestro edificio, llegando a la intercepción de las celdas, giraron a la izquierda para seguir caminando hasta el final de aquel pasillo.

-                          Roberto… ¿tienes reloj?

Roberto miró a Gloria extrañado, la había visto tirar su reloj en el puente y ahora le preguntaba la hora, pensó que quizás su reloj se había roto y lo había tirado.

-                          Si, son las 8:40, pero es hora Canaria
-                          Es raro que no haya amanecido todavía – dijo intencionadamente para saber la opinión de Roberto.
-                          Ahora que lo dices… pues si que es raro, no me había dado cuenta.

El silencio del pasillo era interrumpido por los pasos y crujidos de ambos que a veces parecía oírse como si hubiera mas personas caminando junto a ellos, ruidos inesperados que acordaron no dar importancia para poder continuar adelante sin mirar atrás, hasta que por fin llegaron al final del pasillo, Gloria se dio cuenta que ese lado del pasillo era prácticamente igual que el otro lado por donde habían llegado.

Habían dos puertas, una a la izquierda que se negaba a abrirse y otra a la derecha que se abrió fácilmente, era una habitación grande, había muchas mesas grandes y troncos recordados de árboles, puede que en el pasado fuera un comedor, justo en frente había dos puertas mas, la puerta de la izquierda la abrió Gloria, era una pequeña habitación cerrada, llena de huesos que parecían ser de animales, la cerró al instante cuando le empezó a dar asco.

Roberto abrió la puerta de la derecha, entonces se quedó mirando mas allá de la puerta, sin moverse y se formó una sonrisa en su boca, Gloría miró a Roberto y se preguntó que había detrás de esa puerta.

-                          Roberto, ¿que pasa? – preguntó con mucha curiosidad mientras rodeaba las mesas para llegar hasta él.
-                          Jajaja Bea esta aqui, ¡vamos corre!
-                          ¿¡Cómo!?

Roberto salió corriendo llevando la linterna y dejando atrás a Gloria.

-                          ¡¡Espera Roberto!! – gritó Gloria mientras saltaba como podía por encima de las mesas polvorientas.

Una de las mesas se rompió, debido a lo podrida que estaba la madera, no pudo aguantar el peso de Gloria, que inmediatamente se levantó y corrió hasta la puerta casi a tientas en la oscuridad, al abrir la puerta pudo distinguir a unos pocos metros una luz de linterna, siguió hasta un enorme espacio abierto y un balcón, allí estaba Roberto que estaba celebrando haber encontrado la salida, sin embargo Gloría no la veía y tampoco veía a nadie.

De pronto para sorpresa de Gloría, Roberto se giró a su lado donde no había nadie y habló.

-                          ¿En serio?, menos mal, vale… vale, démonos prisa. – respondía Roberto a la nada
-                          ¿Roberto que estas haciendo? – preguntó Gloría asustada

Roberto empezó a correr en dirección al balcón y miró a Gloría mientras le dijo sus ultimas palabras.

-                          Vamos Gloria, dice Bea que los demás están al otro lado de este puente, ¡date prisa!

Roberto se acercó a pasos agigantados al balcón, donde no había nada aparte de un enorme precipicio y sin intención de detenerse como si de verdad hubiera un puente allí cayó a la oscuridad.

Gloría corrió para intentar sujetarle, pero en vano, pues presenció como se había vuelto loco y se había precipitado por el balcón suicidándose.

-                          Ahahahaaaaaaaaaaa – gritó desesperado Roberto mientras caía a la nada.
-                          ¡¡¡ROBERTO!!! – Grito Gloría con todas sus fuerzas en medio de la oscuridad de aquel balcón maldito.

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